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La situación de la mujer a
largo de la historia ha sido difícil, desde los inicios de la raza humana se ha
visto a la mujer como un ser frágil e indefenso a quien se le han negado muchas
oportunidades por considerarse inferior al hombre.
Se han asignado cierto roles
tanto a hombres como a mujeres, por ejemplo, el hombre es la cabeza del hogar,
es quien trabaja para el sostén de la familia y es la mujer quien se queda en
casa para cuidar y velar por el bienestar de los hijos y del hogar.
Por otra parte, hay trabajos
que a lo largo de la historia han sido catalogados sólo para hombres o sólo
para mujeres, sin embargo muchas cosas han cambiado en los últimos años pero no
se termina de erradicar la desigualdad de género.
Hoy escribiré sobre un dato
curioso que personalmente me llama la atención y es que de todos es sabido que
hasta hace algunas décadas una mujer no podía ocupar cargos importantes dentro
de una empresa o dentro de la política nacional sin embargo nunca pensé que
para la mujer ha sido difícil destacarse en ramas del arte, la literatura
específicamente.
Durante el siglo XIX las
mujeres que querían publicar algún libro,
tenían que utilizar seudónimos masculinos como George Sand o Fernán Caballero.
George Sand es el seudónimo
de Amandine Aurore Lucile Dupin, escritora francesa.
Su primera novela, Rosa y
Blanco ("Rose Et Blanche"), fue escrita en 1831 en colaboración con
Jules Sandeau, de quien tomó presumiblemente su seudónimo de Sand.
Después de abandonar a su
esposo, Aurore comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas, aunque
continuaba vistiéndose con prendas femeninas en reuniones sociales.
Este "disfraz"
masculino le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma,
un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer
de su condición social.
Esta era una práctica
excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las
clases altas, eran de una gran importancia. Como consecuencia de esto, perdió
parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en una baronesa.
Por otra parte, Fernán
Caballero es el seudónimo de la escritora española Cecilia Böhl de Faber, quien al igual que Sand cambió su nombre por
uno de hombre para publicar sus obras.
Pero ésta situación continúa
hasta los tiempos de hoy. La famosa escritora británica creadora de la serie de
libros de Harry Potter dejó su
nombre real, Joanne Rowling, por el seudónimo J.K. Rowling, con el cual ha sido conocida a nivel mundial.
Su nombre en el momento de
la publicación del primer libro de Harry Potter era simplemente «Joanne Rowling». Antes de publicar el
libro, su firma editorial, Bloomsbury, temió que la audiencia de muchachos
jóvenes se viera desconfiada a comprar libros escritos por una mujer. Por lo
tanto, requirieron que Rowling utilizase dos iniciales en lugar de revelar su
nombre de pila. Como no tiene segundo nombre, eligió la letra K por Kathleen
como la segunda inicial de su seudónimo, obtenida del nombre de su madre. El
nombre Kathleen nunca ha sido parte de su verdadero nombre.
Rowling también escribe bajo
el nombre de Robert Galbraith, autor
de género policíaco. En este caso este seudónimo no es utilizado por temor a
ser discriminada como mujer, sino por mostrar otra faceta como escritora después
de su rotundo éxito con los libros de Harry Potter.
Es increíble cuando hablamos
sobre la situación de la mujer a lo largo
de la historia, pues se ve claramente la desigualdad que ha existido tanto
entre hombres como mujeres desde tiempos inmemorables.
Debemos crear conciencia
sobre esta problemática, iniciar desde el hogar es el ideal, pues la
institución formadora de valores morales y espirituales y mucho de lo que vemos
hoy día en la sociedad es el reflejo de la educación recibida en casa.
¡Di si a la Equidad de
Género!
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